jueves, 30 de junio de 2011

Terracitas de verano.


Terraza de café en la noche - Vincent Van Gogh

Ahí están, como un oasis en medio del desierto, como un soplo de aire en la solana del verano. Nacen cual setas de temporada, al albur de cualquier esquina o bulevar, y crecen y crecen aprovechando las temperaturas odiosas del estío. Son espacios variopintos, pequeñas Gran Vía en potencia, lugares cosmopolitas y multiculturales; algunas tranquilas y escondidas, otras bulliciosas y repletas te obligan a estar al asalto de una silla en la que posar por un rato las asfixias y los problemas a cambio de unos euros: barato si lo miramos bien.
Oasis como digo de cerveza y jamón. Oasis de pescaíto frito, de torreznos y olivas. Las terrazas y el verano se funden para ser la misma cosa... Las esperamos, sabemos que van a salir, que van a estar ahí, ineludibles a su cita, infalibles; y cuando llegan se debaten entre ellas por conquistarnos, amantes celosas por ofrecernos sus mejores placeres. Una dura lucha estival por convertirse en la amante más dadivosa, la más entregada, experta y complaciente. A veces crees encarnarse esa dulce conquista en los ojos esquivos de alguna vecina de mesa, miradas furtivas para deseos furtivos.
En las terrazas a menudo se detiene el mundo, entiéndase el mundo alrededor de la jarra de cerveza helada. Como si una extraña reacción criogénica expandiera el hielo del cristal unos dos metros alrededor de nuestra mesa; de repente no existe nada más que el sabor del primer trago descendiendo por el gaznate ardiente. Un fresco repentino parece apoderarse de la calle y el silencio en derredor nuestro es tan profundo que jurarías que todo el mundo ha abandonado la ciudad.
Luego, al compás que la escarcha del vidrio se derrama en la mesa, los sonidos vuelven, el calor vuelve. Niños que deberían conocer a Herodes correteando entre las mesas, perrillos con gargantas prodigiosas para su tamaño, madres que tienen el móvil de adorno pues sus voces no necesitan de ayudas tecnológicas para llegar a su destino, el cazurro que pasa acelerando su coche deseoso de que escuchemos todos la buena música que gasta...
Y es entonces cuando no puedes resistir la tentación de pedir otra jarra helada en la esperanza de que el mundo vuelva a detenerse.


1 comentario:

  1. ¡Veo que te vas animando! ¿Será el verano? ¿Las cervecitas frías en una terraza? Jajaja...
    ¡Qué ganas de que llegue otra vez el otoño!! Si no fuera por las vacaciones...

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